Un disco al minuto
Hay objetos que uno atesora, cuida y protege celosamente. Piezas que uno ha ido adquiriendo a lo largo de los años, y que precisamente por eso jamás dejaría en préstamo ni al más responsable de sus amigos.
En mi caso esos objetos son los discos. Ordenados alfabéticamente (desde A falta de pan hasta Zucchero) en una estantería hecha a medida, descansan plácidamente más de 1500 cedés. La mayoría fueron comprados en tiendas de segunda mano y muchos de ellos son obras de artistas poco conocidos. Curiosamente, durante mi época de compra compulsiva (entre 1996 y 2011), esas dos circunstancias iban juntas: me divertía absurdamente adquirir cuatro o cinco ‘anónimos’ por el precio de un ‘superventas’.
Así fue como encontré mucha música extraña, sin género, alguna muy buena y otra un tanto regular, pero que a mí me ayudó a comprender que había mil maneras de componer, de cantar y de producir un disco.
Aunque en realidad la primera fuente de descubrimientos vino de un lugar bastante más insospechado: una biblioteca. Concretamente la “Ramón Pérez de Ayala”, en Oviedo. Gracias a aquellas visitas semanales fui conociendo a Los Especialistas, a Gema y Pável, a Javier Bergia, a Esclarecidos, a Hilario Camacho y a muchísimos más.
Como decía, los discos son para mí un tesoro de incalculable valor histórico, cultural y, por supuesto, sentimental. Por eso mismo, cuando el pasado 13 de marzo se decretó el estado de alerta y vi que la práctica totalidad de mis compañeros cantautores se lanzaban a la red para hacer conciertos en streaming, opté por refugiarme en mis recuerdos y compartirlos con mis ‘amigos virtuales’. Había ganas de seguir conectado con la gente, pero mi necesidad de comunicar tenía más que ver con hablar que con cantar.
Parafraseando al periodista Fernando Neira y su fantástica web “Un Disco Al Día”, en la que analiza las novedades del panorama musical -nacional e internacional-, se me ocurrió hacer una versión exprés, algo menos organizada y, por supuesto, con bastante menos rigor. Una de las consignas era que la selección de discos a comentar estuviera guiada por el azar más absoluto: serían las personas que se conectaran online las que elegirían una coordenada (“balda 4, disco 38”, por ejemplo). En ese mismo momento, yo apartaría ese disco, ojearía el libreto, y hablaría un poco sobre lo que recordara de él y cuál es la impresión que me provocó cuando lo escuché por primera vez.
En ocasiones el azar jugaba a mi favor, como cuando el disco me era familiar y podía demostrar mis conocimientos o leer apasionadamente alguna de sus letras; otras veces, la elección del público me obligaba a echar balones fuera, como cuando tocaba enfrentarse a algún disco en el que no había llegado a profundizar.
Una de las novedades que introduje a las pocas semanas fue la participación en directo de algunos de los protagonistas (músicos, cantantes), que colaboraron amablemente enviando mensajes de audio en los que comentaban tal o cual aspecto de alguna de aquellas grabaciones.
Quedan en Spotify, a disposición de los curiosos, las 42 ‘playlist’ elaboradas con una canción de cada uno de los discos que fueron comentados a lo largo de las 47 ediciones de ‘Un Disco Al Minuto’. En ellas recordamos grandes canciones y nos dejamos sorprender por los créditos de algunos libretos (autorías olvidadas, colaboraciones imposibles, arreglistas no siempre valorados…).
Recordar lo bueno de la vida siempre ayuda a mirar hacia adelante. Y a nosotros, público amante de la cultura, no nos gusta olvidar las músicas que nos hicieron felices.